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Sabiduría Diaria 23.07.2017


(FOTO: LAURENCE FREEMAN, ITALIA) He estado dirigiendo varios retiros largos de silencio recientemente. Al viajar entre ellos me volví especialmente sensible al ruido en la vida moderna que damos por descontado. La exposición a éste también nos afecta, cuando como Jesús, nos retiramos a un lugar verdaderamente tranquilo a orar. El llegar a un lugar verdaderamente silencioso como Monte Oliveto, donde acabamos de terminar el vigésimo séptimo retiro de silencio anual, con duración de una semana, puede ser una sorpresa al principio. Nos esperamos niveles familiares de ruido fuerte, pero al no encontrarlos, sentimos la ausencia y a veces un sentido de pérdida si no aparecen. Entonces nos damos cuenta que hay sonidos. No ruido sino sonidos naturales. Como el canto de los pájaros, que es realmente un sonido que tiene cierta emoción cuando realmente lo escuchamos y está lleno de significados que no podemos descifrar; y los insectos, ese sonido siempre presente como fondo constante en las noches y días de verano; y el sonido del viento en los árboles; las campanas de la iglesia que a veces suenan fuerte durante las sesiones de meditación pero sorprendentemente no distraen ni molestan al grupo que se encuentra meditando. (A Letter from Laurence Freeman, 2017/07)


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