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JOHN MAIN Silencio y Quietud para cada día del año 23/04/2022

Es la liberación al miedo, a la culpa y la ambición que están congelados en la compleja estructura mental de nuestro pensamiento e imaginación, lo que te permite ser quien eres sin la angustia de tener que justificarte.


Cuando medites, siéntate de la forma más cómoda y derecha posible. Luego cierra tus ojos suavemente. Cuando medites cada músculo de tu cara debe estar relajado. Algunas veces cuando la gente comienza a meditar puedes ver que están frunciendo el ceño y la expresión en sus caras sugiere que están determinados a triunfar a como dé lugar. Lo que necesitas es mantener los músculos de tu cara lo más relajadamente posible. Todos los músculos de tu cuerpo deben también estar relajados. La mejor manera de sentarte es como si tu columna vertebral y tus hombros fueran ganchos de colgar, para que sostengan tu cuerpo, absolutamente erecto y absolutamente atento, pero completamente relajado sin tensión.


No busques resultados. Lo único que debes buscar es tu fidelidad para ser, en la meditación tanto de la mañana como de en el anochecer, y durante la meditación, decir tu mantra de principio a fin.


Es en esta fidelidad en que verdaderamente aprenderás a meditar. Olvídate de los resultados por los próximos veinte años. Después de este tiempo, ya no te importarán los resultados. Esto pone a la oración en un contexto muy simple y muy práctico. Pero todo cabe muy bien en la perspectiva cristiana, como lo expresa San Pablo y los primeros cristianos sobre las posibilidades que son en el ahora, en Cristo, quién está abierto para cada uno de nosotros. Esto es la razón por la que San Pablo escribe esta carta a los efesios:


Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu.´ (Efesios 3:14-16)


La meditación se trata de encontrar esta fuerza y poder al encontrar al Espíritu que habita en nuestro corazón. San Pablo termina este capítulo: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en Amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.”.


El destino de cada uno de nosotros es lograr la plenitud del ser y la forma para hacerlo es estar totalmente abiertos al poder del Espíritu de Dios en nuestro corazón.


John Main, OSB

Del libro: The Heart of Creation.



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