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JOHN MAIN Silencio y Quietud para cada día del año 25/04/2022

Un modo de auténtica oración cristiana


Cuando decimos que meditamos dentro de la tradición cristiana es frecuente que nos miren sorprendidos. ¿Meditación cristiana? Seguramente eso no existe. Cuando les explicamos que en los primeros siglos de nuestra era la meditación constituía una parte integral del culto cristiano, su incredulidad se transforma en desdén: “si fuera así, ¿por qué no lo hemos sabido a través de la Iglesia? “, preguntarán.

Entonces, podemos explicarles amablemente que, por razones religiosas, políticas y sociales, esta forma de oración fue olvidada en el siglo VI en Occidente, al entrar en la “Edad Oscura”, cuando el imperio romano fue asediado y finalmente invadido por tribus germánicas. Por el contrario, en el Cristianismo Oriental, esta forma de oración sobrevivió hasta la actualidad como la “Oración de Jesús”.

Pero ¿dónde está la evidencia de que Jesús meditaba o aconsejaba esta forma de oración? Por desgracia no podemos especificar en qué lugar de las Escrituras se describe explícitamente que Jesús meditara repitiendo una frase. Sin embargo, la palabra “Abba” estaba con frecuencia en sus labios y sabemos que recomendaba rezar con pocas palabras: “Cuando oréis no uséis muchas palabras como hacen los paganos creyendo que Dios los va a escuchar por hablar mucho”. Y a continuación enseña a sus discípulos el “Padre Nuestro” (Mateo, 6,7-13) como una forma correcta de oración. Cuando esta oración es escuchada en arameo, la lengua que hablaba Jesús, resulta muy poética y rítmica y es muy probable que fuera pronunciada de forma repetitiva. Además, Jesús recomendaba la forma de oración del recaudador de impuestos, quien repetía constantemente la frase: “Oh Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador” (Lucas 18, 10-14).

Esta forma de oración y soledad aparece en los versículos del evangelio de Mateo. Por ellos sabemos que Jesús, además de orar con sus discípulos en comunidad, también se “retiraba al monte para orar y para pasar la noche en oración con Dios” (Lucas 6,12). Le escuchamos aconsejarnos: “Cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está allí en el lugar secreto; y tu Padre que ve lo que está oculto, te recompensará” (Mateo 6,6). El significado de este capítulo es explicado hermosamente por el monje del siglo IV, Juan Casiano: “Oramos en nuestra habitación cuando retiramos completamente nuestros corazones del ruido de nuestros pensamientos y nuestras preocupaciones y confiamos en secreto nuestras oraciones al Señor, íntimamente. Rezamos con la puerta cerrada, cuando lo hacemos en silencio absoluto, con los labios cerrados. Rezamos al que escucha los corazones, no las voces”.

En su énfasis en el silencio y la soledad, Jesús se basaba en la tradición judía en la que estaba inmerso. Encontramos en los salmos: “Permanece quieto y reconoce que soy Dios” (Salmo 46,11). Y en el Antiguo Testamento: “Sin embargo, el Señor no estaba en el viento… ni el terremoto… ni en el fuego: y al fuego siguió una voz silenciosa” (a veces traducido como “un sonido de absoluto silencio”) (1 Reyes 19,13).

La oración silenciosa interior con pocas palabras es, por tanto, definitivamente parte de la tradición cristiana.


Kim Nataraja.





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